El Cártel de Sinaloa ha modificado sus métodos para continuar enviando fentanilo a Estados Unidos pese a la ofensiva de México y del gobierno de Donald Trump, valiéndose también de una compleja red de sobornos en la frontera, según un reportaje publicado el sábado por The New York Times (NYT).
El reporte de las periodistas Paulina Villegas y Maria Abi-Habib señala que el cártel mexicano ha decidido reinventar sus tácticas para mantener su lucrativo negocio de tráfico de fentanilo a Estados Unidos, ante el despliegue de cientos de soldados mexicanos y la ofensiva estadounidense contra las organizaciones criminales.
Parte de esta adaptación, relatan las periodistas, implica enviar cargas más pequeñas para minimizar pérdidas, mientras una red de “halcones” vigila las rutas para evitar controles policiales y militares.
Un hombre que participa en estas operaciones y que fue identificado como mecánico, detalló que “nunca utiliza el mismo método de ocultación dos veces”, y explicó que las cargas de fentanilo están protegidas con líquidos que dificultan la detección por perros rastreadores y rayos X.
El reportaje detalla que en un taller mecánico de Culiacán, el hombre de 58 años rocía los paquetes envueltos en aluminio con un líquido que “ayudaría a que los perros rastreadores no detectaran el fentanilo”. Detrás del papel de aluminio, la droga está envuelta en papel carbón para “intentar evitar los métodos básicos de detección por rayos X”, explicó.
Con más de 20 años trabajando para el Cártel de Sinaloa, el hombre señaló al diario que “nunca había estado su trabajo tan peligroso como ahora” y añadió: “Ojalá que este sea mi último encargo”.
El reportaje subraya que el cártel enfrenta una ofensiva sin precedentes. El presidente Donald Trump ha prometido acabar con el tráfico de fentanilo y el pasado viernes ordenó al Pentágono utilizar fuerza militar contra los cárteles latinoamericanos, a los que declaró previamente como organizaciones terroristas.
Ademas de que México, presionado por Washington, ha desplegado cientos de soldados en la frontera, el cártel enfrenta luchas internas que han debilitado al grupo, como el conflicto que sostienen los grupos afines a los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán (‘La Chapiza’) con la facción afín a Ismael “El Mayo” Zambada (‘La Mayiza’) desde la captura de este último, el 25 de julio de 2024.
Según las periodistas, “incluso en ese estado de debilidad, el cártel sigue adaptándose”. Sus miembros “realizan cargas más pequeñas, idean métodos creativos y se ajustan en tiempo real a las amenazas cambiantes”, lo que demuestra “lo extraordinariamente difícil que sería para cualquier gobierno desmantelar una organización criminal tan arraigada”.
Los coches utilizados por el cártel suelen ser comunes, como Honda, Nissan o Toyota, porque “cuanto más normal es el vehículo, más probable es que pase desapercibido”, según lo dicho por el mecánico al medio estadounidense.
Explicó que el método de ocultación nunca es el mismo y varía según el automóvil y la cantidad de droga: “A veces lo colocamos en la parte de tanque de gasolina, a veces en la parte del motor, o en la carrocería, o sea, varía pues”.
Uno de los aspectos más críticos en el paso del narcótico hacia Estados Unidos, según los testimonios recogidos por Villegas y Abi-Habib, es la red de sobornos que asegura la colaboración de funcionarios fronterizos estadounidenses. El conductor de un vehículo que transporta droga para el cártel sinaloense relató al NYT cómo un agente fronterizo previamente acordó dejar pasar el coche a cambio de un pago, pero luego alertó a los narcotraficantes de un posible problema con sus superiores, lo que activó un plan alternativo y la entrega de más dinero al funcionario.
“El agente fronterizo estadounidense recibiría ahora decenas de miles de dólares solo por la advertencia, además del pago original que ya se le había prometido”, señaló el conductor al diario.
Aunque estas acusaciones no pudieron ser verificadas de forma independiente por NYT, coinciden con investigaciones y condenas recientes, como la de un exagente de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos condenado en abril por conspirar para permitir el paso de vehículos sin inspección a cambio de sobornos.
La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza estadounidenses (CBP, por sus siglas en inglés) respondió al NYT que “los agentes y oficiales arriesgan sus vidas para defendernos todos los días” y que cualquier indicio de corrupción es investigado por el Departamento de Justicia.
De acuerdo con el reportaje, en estas rutas los sobornos a puestos militares mexicanos son comunes y están previstos. Cinco presuntos operadores del cártel que fueron entrevistados afirmaron que ahora “los sobornos ahora cuestan más” y que “los puestos de control militar se han multiplicado en todo México”.
El reporte también cita un informe de la DEA que indica que el Cártel de Sinaloa tiene “un control casi total sobre la región fronteriza al sur de Arizona, lo que le facilita el acceso a puntos clave como San Luis Río Colorado y Nogales”, favoreciendo la entrada de fentanilo a Estados Unidos.
Los integrantes del cártel entrevistados por el NYT afirmaron no tener intención de abandonar el negocio, a pesar de la devastadora crisis de adicción en Estados Unidos y la creciente presión de ambos gobiernos, ya que si no son ellos quienes satisfacen la demanda estadounidense, alguien más lo hará.
De los entrevistados, sólo el mecánico expresó pesar: “El fentanilo es la razón de esta maldita guerra en la que han muerto tantas personas, muchas de ellas inocentes, y eso me pesa”. También confesó: “Sí tengo miedo, porque no cualquiera se sale, y el que se sale muchas veces es con los pies por delante”.
El sábado, el director del FBI, Kash Patel, informó que el decomiso del fentanilo en Estados Unidos subió un 25 % interanual a un nivel récord en los primeros 200 días de la actual Administración del presidente Donald Trump, y agregó que trabajará con las Fuerzas Armadas para elevar las incautaciones.
El funcionario reportó que han confiscado 1,500 kilogramos de esta droga sintética desde que Trump asumió la presidencia el 20 de enero a la fecha, lo que equivale a suficientes dosis letales para matar a más de 113.8 millones de estadounidenses, según sus cálculos.